sábado, 21 de febrero de 2015

Discapacidad social.

Llegó al barrio con una bolsa gruesa que le servía de cobertor.
Los primeros días dormía en el hueco de un negocio cuando este cerraba.
Era verano.
Sentimos curiosidad por el hombre.  Mirada seria, rostro noble, buena piel.
Nos acercamos para conversar, contestaba con monosílabos.
Tener un vagabundo en el barrio no era una situación muy cómoda para algunos.
Nunca ha mendigado.

Indiferente a quien pasara,  leía el periódico (siempre andaba con alguno entre los bultos que empezó a cargar), a veces se sentaba en la plazuela aledaña al Banco estatal y allí dormía la siesta.
Alguien le daba algún sándwich o un café.
Él lo tomaba con cierta displicencia.
Pasó el verano y el hombre seguía donde mismo.
¿Qué buscaba de nosotros?
¿Qué pretendía?
Un indigente es sospechoso para una sociedad trabajólica que todo lo reduce a "cuánto tienes, tanto vales".
Más si es ilustrado, habla correctamente, mira con frialdad y le importa un rábano la opinión del barrio.
Hice el intento, tú sabes, por ese sentido de compasión que nos oprime y nos derrota, que nos incita a cometer los actos más descabellados, esa sensiblería agotadora que nos impide ver la realidad del otro con moderación, digo, hice el intento, me respondió con dureza.
El hombre estaba hastiado de su medio social.
Cansado del consumismo de su familia, lo único que quería era libertad y que –por favor- lo dejaran en paz.
-No molesto a nadie –me dijo- y espero que nadie me moleste. Punto.

Llegó el invierno, la administración municipal lo obligó a recluirse en un hogar, mala imagen para la comuna.
Los primeros días de la primavera volvió.

Ahí está, un poco menos orgulloso, a veces –si anda de buenas- saluda.

Transita  las calles sin prisa, incursiona en la basura, en las ferias de verduras, recorre las calles con coordenadas que solo él sabe.
Pronto llegará el otoño, la brisa helada, la nieve.
Observo su rostro enjuto, la seriedad de sus ojos ¿qué pasará con él?



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El rico y el pobre tienen un lazo común: 
el que hizo a ambos es el SEÑOR. 


Proverbios 22:2 


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4 comentarios:

Fernando dijo...

Fuiste muy buena al hablar con él, Ojo Humano. Es fácil limitarnos a echarle una moneda, si es que pide, o a ignorarle, si es que no pide.

Muy cerca de mi casa vive un pobre: alguien caritativo le ha comprado una tienda de campaña, de esas que no necesitan atarse al suelo, y ahí duerme por la noche, pese al frío. Nunca me he atrevido ni a decirle "buenos días". Él tampoco mendiga.

Infórmanos de cómo sigue la vida de este pobre tuyo, sobre todo ahora que os llega el frío.

ojo humano dijo...

Espero que él regrese con su familia...si es posible.
Siempre una mala familia es mejor que la calle...creo...no sé...es difícil saber por qué una persona toma esa decisión tan extrema.

Fernando dijo...

Es curioso, Ojo Humano: anoche hubo otro pobre que se vino a vivir a la calle, en el portal de un antiguo banco. Me acordé de tu post y de tu comentario sobre que hablaste con tu pobre, yo no me atreví con el mío.

ojo humano dijo...

Y ¿por qué no?
Lo más que podría hacer es que te conteste de mala manera...o que al final conozcas a alguien intersante.