lunes, 18 de diciembre de 2017

Mi perdida Navidad ¿a dónde se iría?

Os desafío –dijera un español-, os desafío a que encontréis un pesebre o una tarjeta con ilustraciones de la Natividad de Jesús en el barrio Meiggs o en otro barrio comercial.
¡Ah!, qué difícil tarea nos habéis encomendado.
Más aún, os desafío a ver en las noticias un titular acerca del nacimiento de Jesucristo, el Señor.
Poco, poquito, nada nadita.
Todo será un pascuero fuera de época (tenemos 34 grados a la sombra), le  acompañan renos desnutridos, luces doradas, plateadas, flores del inca, pinos plásticos, muñecos de nieve y locura temporal generalizada por adquirir.
Locura por tener miles de adornos, la casa con más decoración, la más brillante, muchas luces que titilan y claro está, regalos, ah, sí, muchos regalos.
No habrá otro día para regalar, no habrá ese chiche primoroso, no habrá otra ocasión, el mundo se termina la noche de la cena navideña, con pavo, por supuesto, si no hay pavo es que estamos en la pobreza más absoluta.

¿Y Jesús?
¿Quién es Jesús?
¿Es esa escultura de un crucificado que exhibe sus carnes en la iglesia de la esquina?
Siento que he perdido mi Navidad y eso me deja perpleja.
Ni siquiera me alcanza para pena, es asombro, la rara certeza de lo inevitable.
La Navidad actual podría ser la antigua fiesta de los saturnales, porque esta, lo que se llama nacimiento de Jesús, ni por dónde.
Mi Navidad –y la de muchos- es un 24 de diciembre de adoración a Jesucristo, el nacido. El Hijo del Hombre y a la vez Hijo de Dios, misterio insondable, digno de respeto y confianza, digno de devoción y alabanza, digno de nuestra atención y amor entrañable.
Mi Navidad perdida son canciones, himnos, villancicos, olor a anis y pan dulce, aire de paz y alegría, tal vez un vestido nuevo, necesario para el verano, saludos con buenos deseos para el año que se aproxima. 
Y es, sin duda alguna, el deseo esencial, que Dios esté en cada acto.
Os prometo, me arrodillaré y adoraré a Jesucristo y le diré –como cada día- que si Él no está en este lugar o en cualquier otro, ninguna fiesta tiene sentido, porque Él es “Dios con nosotros”, el encarnado para nuestro bien.
Le agradecemos que haya dejado su gloria para habitar en la tierra.

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  Y ahora, concebirás en tu vientre, 
y darás a luz un hijo, 
y llamarás su nombre JESÚS.
 Este será grande, 
y será llamado Hijo del Altísimo; 

Lucas 1: 32

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4 comentarios:

Susana dijo...

Cuànta razón tienes. Esta tampoco es mi Navidad. Un beso.

Silvia Parque dijo...

En mi casa, mi pequeña familia está de fiesta porque estamos cerca de la gran fiesta del cumpleaños de Jesús. Mi familia extensa lo vive de otra manera; pero nosotros cada día hablamos de cómo María está esperando que nazca su bebé, que Jesús fue niño como es mi niña, que es el hijo de Dios. Algo de lo que amo de haber entrado a formar parte de una comunidad cristiana es haber recuperado la Navidad. Ojo: que me parece que cada cual es libre de celebrar lo que quiera, que no pierdo conciencia de que se eligió esta fecha en el afán de suplantar celebraciones paganas que en todo caso, son las que "estaban primero". Pero la Navidad es la natividad de Jesús.

ojo humano dijo...

Susana: Espero que pases una excelente Navidad, con buena salud y contenta en familia.
Un abrazo

ojo humano dijo...

Así es Silvia, cada uno celebrará esta fiesta según la fe que haya desarrollado (o la no fe).
Ruego a Dios que la pases feliz junto a la familia y a tu comunidad.
Me alegro por tu niña.
Un abrazo