viernes, 23 de febrero de 2018

Pintando el hogar.

En todo tiempo sean blancos tus vestidos, 
 y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. 
(Eclesiastés 9:8)
En verano –como las hormigas- los chilenos trabajamos arreglando las viviendas, los techos se preparan para la lluvia y se pinta los interiores, si alcanza el ánimo, la fachada.
Voy a la pinturería.
Como ha sucedido alguna vez me vuelvo loca con la oferta desmedida de colores.
La joven vendedora explica con lujo de detalles los tonos que se usarán este 2018. Estoy a años luz del ultra violeta 18-3838 maravilloso, modestamente prefiero el amarillo y el rosa claro, combinan bien con el blanco.

Recuerdo las tonalidades del tabernáculo de Moisés, azul, púrpura y carmesí.
El templo del rey Salomón,
La túnica de Jesús, los míticos tintes con los que Tiro engalanaba el mundo.
La mente es rápida en las mezclas, pareciera que tenemos un pantone personal interno, cada uno sabe cómo combinar, independiente de las tendencias.
Eso me parece asombroso, aunque a veces “mi gusto no gusta tu gusto”.
Aparte del amarillo me conquista el púrpura, verde, magenta ¿cómo lograrían los teñidores descubrir tanta belleza?

Por supuesto, la Wikipedia nos ayuda con nuestra ignorancia.
Salgo de la tienda con el material y el ánimo para la tarea.
El verano nos regala amplios beneficios.


viernes, 16 de febrero de 2018

Peruanos, cubanos, haitianos, venezolanos, chinos, coreanos, etc.

“No oprimirás al extranjero, 
porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero, 
ya que vosotros también fuisteis extranjeros 
en la tierra de Egipto.” 
Éxodo 23:9
Estoy por creer que Chile es el Paraíso terrenal.
¿Será?
Los cubanos que conozco están fascinados con la Internet libre, rápida y sin restricciones.
Navegan por el mundo virtual a sus anchas.
Los haitianos adoptaron a mi amigo higienista y disfrutan la cantidad y variedad de productos para cocinar, en especial en las ferias de verduras que son más económicas y frescas.
Los venezolanos sufren un poco con la temperatura de invierno, aparte de eso están felices que haya trabajo, techo y alimento, a pesar de tener todavía familia en Venezuela. Sus esperanzas son traerlos.
Los chinos y coreanos nos adoptaron como clientes.
El chileno medio se ha convertido en fan de sus sabores. Me han regalado un calendario especial, adquiero condición de “clienta frecuente”, una relación sonriente cuando no nos entendemos en español, porque yo, de idiomas, la nada misma.
Eso es a simple vista.
Tal vez haya otra realidad, subterránea y cruel. La de haitianos vendiendo agua o golosinas en las esquinas. Se dice que fueron traídos subvencionados y una vez aquí los dejaron a su suerte.
Se dice que viven en guetos verticales.
Se dice…
Mi amigo de Haití nos cuenta de sus tres hijos pequeños que están a miles de kilómetros, su esposa que hace correas y la nostalgia que siente por ella, él con mil trámites y papeleo para lograr un trabajo con contrato. Aun así está contento, se sostiene en la fe y la esperanza.

 No he sufrido la experiencia de ser extranjera. Apenas viajé un par de veces a Tacna (Perú), esos tours tan breves no permiten profundizar en la idiosincrasia local ni desarrollar relaciones con los lugareños.
Mi ánimo es tratar a los inmigrantes con suma delicadeza, "excesiva consideración" –dicen mis amigas-, pienso que es muy mortificante estar lejos de tu patria, tu hogar ancestral, tus costumbres, a veces han dejado en su tierra toda la familia. Conocí una señora que tiene sus hijos en su Venezuela querida, gracias a Dios, me dice, existe Whatsapp gratuito.




(Fotografía tomada de la web, edificios modernos, departamento pequeño para vivir)

viernes, 9 de febrero de 2018

Otro mundo en el mundo.

"¿Acaso no ha escogido Dios 
a los pobres de este mundo 
para que sean ricos en fe 
y herederos del reino que él ha prometido 
a los que lo aman?" 
(Santiago 2:5)

Un hombre camina, oscuro de rostro, como una sombra en un día de invierno (aunque estamos en pleno verano).
La bolsa de fierro que carga contradice la “ley del saco”, solo 25 kilos debe llevar un trabajador.
No hay alternativas para el hambre, más kilos en la pesa aumentarán su exiguo ingreso, apenas le alcanzará para el día, un almuerzo frugal y tal vez una fruta, o una pequeña copa de vino.

Transporto a alguien a la compra-venta de latas y fierro.
Le han regalado artículos de demolición, mi liliputiense Marutti sufre con la carga ¿qué leseras no hará una por un buen amigo?
Mientras esperamos llega toda especie de cachureros.
La mayoría de rostros curtidos por el sol callejero  -32 grados a la sombra-, triciclo, bicicleta, carrito de supermercado, camioneta,  cualquier vehículo sirve para trasladar aquello que otros desterraron.
Todo es vendible, todo es comprable, solo hay que encontrar el lugar adecuado.
Observo  una especie de complicidad entre los vendedores, se pasan datos, conversan familiarmente, mandan saludos a sus hijos, la modestia de los pobres me turba, siento cierta vergüenza al curiosear su intimidad.
Aquí el hombre es persona, ser humano, don Juan, don Pedro, la señora Pilar, don Eduardo, se conocen, se respetan, no hay jerarquías ni números (excepto los kilos de la báscula).

Por un momento pareciera que viajé al mundo  del siglo pasado.
Y me agrada.



viernes, 2 de febrero de 2018

Placeres del verano.

Tú, oh Dios, eres mi rey desde hace siglos,
traes salvación a la tierra.
Tanto el día como la noche te pertenecen;
tú creaste el sol y la luz de las estrellas.
 Estableciste los límites de la tierra
 e hiciste el verano, así como el invierno.
 
(Salmos 74:12, 16-17 NTV)



La mezcla de libros ha ido creciendo en mi velador.
Regalados, descargados de internet, comprados (pocos), todos pelean por un espacio para que la mano los acerque a la mirada, muestran su mejor cara, exhiben en el canto o la tapa el gran tema interior, anuncian las glorias del autor, se empujan unos a otros por la prioridad.

Cada libro sueña con un lector para cumplir el propósito de sus cortos 50 o 70 años.
La lectora se deja querer, como en una tienda de retail, prueba con uno u otro vestido (en el caso de la boda) y apenas elige uno, la oferta es amplia, el tiempo limitado, tanta ave volando, tanta flor brotando, tantas calles invitando, tantas campos por visitar ¡tan breve el verano por vivir!




(Ilustración, gracia de Sarah Wilkins)